Los rosales son plantas que quieren tener sus raíces libres y que no les gusta crecer constreñidos en una maceta. La velocidad de crecimiento, el requerimiento de nutrientes, la resistencia a enfermedad, la tolerancia al sol o la sensibilidad a la sequía no tienen nada que ver con un rosal creciendo en suelo firme con otro rosal creciendo en maceta.
A pesar de que los rosales se pueden cultivar en maceta sin ningún problema, y de hecho yo los cultivo así en la terraza desde hace unos cuantos años, los requerimientos en sus cuidados son más altos y nunca terminan de desarrollarse al 100%. Además, al crecer en maceta, los rosales tienden a envejecer de una manera más precoz y exigen podas más drásticas para mantener su vigorosidad. Con esas podas más severas, el rosal responderá sacando mucha rama de madera para regenerar la copa y las flores serán un poco más escasas.
Existen cientos o miles de variedades de rosales, de todos los tamaños, formas, colores y vigor, así que es de esperar que también existan rosales adecuados para cultivar en maceta. A pesar de ello, siempre que podamos elegir, lo mejor será cultivarlos en tierra firme y dejar el cultivo en maceta como la segunda opción.
Antes de empezar, tenemos que considerar que los rosales tienen raíces fasciculadas. Creo todo el mundo sabe lo que es la raíz pivotante de una planta, en donde existe una raíz vertical y de la que parte el resto de raíces secundarias. En el caso de los rosales eso no ocurre y todas raíces tienen una estructura similar con la misma importancia. Los rosales no extienden mucho sus raíces en horizontal y son casi totalmente verticales y además, al tener tantas raíces y tan numerosas, van a requerir de macetas bastante grandes para contener a toda esa cantidad exorbitante de raíces.
No necesitan macetas muy anchas, pero sí profundas. Las mejores macetas son las estrechas y altas. Si ponemos una maceta muy ancha, una parte de ese espacio no llegará a estar cubierto por las raíces y se quedaría desaprovechado.
Una regla que me inventé yo y que suele funcionar bastante bien es que la profundidad de la maceta sea, aproximadamente, la mitad de la altura que alcanzaría el rosal en su tamaño adulto.
Por ejemplo, un rosal que llegue a medir 1m de altura, necesitaría una maceta de unos 50cm de profundidad, más o menos. Para un rosal que alcance el 1,5m tendríamos que ponerle una maceta unos 70cm.
El mayor problema que tienen las macetas estrechas es que tienen más facilidad de volcado que las macetas anchas y puede que sea necesario añadirles peso extra para que no se caigan o fijarlas a algún soporte. Esto es especialmente destacado cuando el rosal se hace grande y crea una copa que origina una alta resistencia al viento.
Estas macetas profundas suelen ser difíciles de encontrar en las tiendas (incluso en las tiendas online) y muchas veces incluso hasta compensa hacérnoslas por nuestra cuenta. Se puede hacer una maceta bastante apañada con unos tablones de madera, pero hay que impermeabilizarlos con algún plástico para que no se pudran al estar en contacto directo con el sustrato húmedo.
En resumen, la idea con la que quiero que os quedéis es que los rosales necesitan macetas muy profundas porque sus raíces crecen de forma muy vertical y muy poco a lo horizontal. De todas maneras, si tenemos la opción de poder plantarlos en tierra firme, sería la mejor posibilidad porque es como mejor se desarrollan los rosales y no se hacen tan dependientes de los cuidados.
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